lunes, 17 de agosto de 2009

Un cuento de locura cotidiana.

Conocí a Meche en un bar del centro en la calle Ganso, o quizá de la calle Gante, siempre las confundo. Como sea, llevaba varias horas sentado en una mesa alejada de la barra cuando esta mujer entró. Era alta con el pelo muy corto y desigual. No era gorda o flaca, estaba en un punto medio dificil de describir. Tenia unos pechos grandes que se balanceaban al caminar. Hermosos. La estuve mirando un rato desde mi rincón, sintiendo como la excitacion subía muy lento en la entrepierna; en ese tiempo casi olvide beber del tarro que empezaba a calentarse. Y ya saben que dicen de la cerveza caliente...que es como miados tibios. Un borracho me preguntó, no, me regañó sobre eso una vez. Me dijo que a menos que hubiese bebido orina recien salida y tdavia humeante no tenía el derecho de decir tal cosa. Yo ya estaba ebrio y, como siempre que lo estoy, se apoderó de mi una necesidad de impresionar al desconocido en turno con quien charlaba, asi que tomé una botella vacia de mi mesa, fui al miadero y lo llené. Regresé con el y se la acerque a su nariz. No se si supo bien que era, pero a juzgar por su mirada diria que ya empezaba a considerarme como un loco. En fin, alzé la botella y le di un trago largo y profundo. No volvió a cuestionarme sobre las frases que podía usar o no.
Seguía viendo los grandes pechos de aquella mujer, redondos, acariciables, y casi palpitantes. Como era de esperarse no tardó mucho en sentir mi mirada y volteó. Fijó sus ojos en los míos por tanto tiempo que ya comenzaba a sentir el sudor corriendo por mi espalda cuando se levantó y vino directo hacia mí. -Otra escena de una vieja molesta por violarla con la vista- me dije, resignado a escuchar gritos y estupideces moralistas. Bebí el que creía sería el ultimo trago de la noche, me sente bien derecho en la silla y esperé. Se plantó enfrente de mí, con su vaso en la mano y se quedó inmovil, sin decir nada viendome ya con curiosidad, ya con pena. -¿Que, no vas a invitarme a que tome asiento?- dijo al fin. -Claro, adelante.- le dije, sin saber bien de que rayos se trataba todo eso. Mientras se sentaba, me limpié el sudor de la frente y la nariz, teniendo cuidado de no mostrar el nerviosismo que estaba a punto de hacerme gritar.
-¿Que tomas?- me preguntó sin despegar la vista de mi.
- Cerveza. Oscura.- tartamudé
-¿Puedo?- me dijo mientras alargaba su mano y se empinaba mi tarro.
Cuando terminó de beber, un ligero chorro cayó sobre su camisa, encima de los pechos enormes haciendo que el pezon izquierdo se asomara. Al parecer no se dio cuenta, o no quiso hacerlo. Sacó un cigarro de su pantalón (no traía ninguna de esas ridiculas bolsas de mano) y un encendedor de gas, de los caros. Empezó a dar profundas bocanadas cuando uno de los meseros, un marica visible, le recordó que no se podía fumar.
-No te quejas cuando envenenas a los otros con esa mierda de cerveza pero te sale lo hombre cuando ves que se consume una droga que no te deja beneficios. ¡Vete a la mierda!- dijo sin siquiera volverse para mirarlo. Siguió fumando y por primera vez me sonrió.- ¿Como te llamas?-me preguntó mientras exhalaba una nube directo en mi cara.
-Julio...
-Yo soy Mercedes. Dime Meche.
Por un rato ninguno dijo nada. Nos limitamos a estudiarnos, a escudriñar gestos y movimientos corporales, buscando la mas minima señal de debilidad, de incomodidad o desprecio. Su rostro era delicado y bellisimo. No llevaba maquillaje y aun asi era mas atractiva que la mayoria de esas actrizuchas de quinta que andan meneando el culo por alli. De pronto, otro mesero, le tocó un hombro. Meche, olvidandome por completo, tomó al tipo ese por el brazo y, sin niguna advertencia, le mordió los dedos. Yo estaba impresionado y asustado por los gritos de dolor que lo delataban tambien como marica. Me recordó una vez que un chiquillo loco le encajó un lapiz justo debajo del ojo a una niñita en mis años de primaria. Los mismos gritos de dolor. Era normal en la niña, pero oirlos salir de un tipo de mas de treinta era lo que en verdad me asustaba. Siguió moridendo hasta que se escuchó como tronaban y se separaban las falanges en una explosion de carne, sangre y hueso. El marica gritón se desmayó y con el chisme todavía en la boca, Meche se dio la vuelta y lo depositó en su vaso de whisky. Supe que era momento de correr cuando varios de los parroquianos sacaron sus telefonos y empezaron a marcar como poseídos.
Mientras se limpiaba la sangre de su boca con varias servilletas, me interrogó con la mirada y antes de que supiera bien que era lo que me preguntaba, estaba corriendo junto a ella por las calles mal iluminadas del centro.
-Un momento- le dije cuando me di cuenta de algo vital- le acabas de arrancar el dedo a un tipo que no te hizo nada. ¿Que demonios te pasa?
-¿Que no me hizo nada?- repitió, con un tono tan serio que dude acerca del tono que yo habia empleado- ¿Crees que tocarme por la espalda es NADA? Ahora ya sabrá que no debe tocar a una mujer sin su consentimiento.
-O...k...¿Entonces queda descartado que te acaricie las chichis?- le pregunté, confiando en la confidencia que acababamos de experimentar. ¿Que cual confidencia? No todos los días sales corriendo con una demente arranca dedos sin haber tenido nada que ver con ello.
Volvió a sonreírme y me besó. Sentí su lengua palapando dentro de mi boca, recorriendo cada rincón. Su aliento apestaba a sangre y alcohol.
La seguí a un hotel de ochenta la noche y al fin, despues de meses de pajas nocturnas y precoces, estuve con una mujer. La primera vez fue bestial y tan rapida que ya no estoy seguro si en verdad ocurrió. Ella se levantó y fue al baño. A limpiarse, supuse. Estuve un rato tratando de comprender que carajos había pasado, olvidando por un instante el asunto del dedo. Cuando ya estaba casi dormido, Meche salió del baño y fue a acostarse junto a mí. Me abrazó y sentí sus pezones en mi espalda, encajandose y poniendose mas y mas duros. Me di la vuelta, listo para otra montada pero ella me detuvo. Se dio la vuelta y me expuso sus flacidas y enormes nalgas. Sin nada de que quejarme, empecé a trabajarla mientras lentamente subia y bajaba su lengua por toda verga. Cuando ya empezaba a aburrirme, sentí una punzada de dolor que me hizo gritar. Me detuve y como represalia le di una nalgada en seco. Dio un ligero gemido y supe que había dado en un punto clave. Seguimos otro rato y esa vez no solo sento un pinchazo. El dolor fue insoportable. Confundido, con las manos todavia en sus nalgas la arroje de la cama y me llevé la mano a mi entrepierna. El dolor me estaba matando; mas que gritar, lloraba. No sabía que había pasado: quizas había usado demasiado los dientes, o quizas haya jalado un pedazo de pellejo sensible. No sabía que hacer y el panico se apoderaba de mi. Suplicaba, entre moqueos y lloriqueos que llamaran a una ambulancia cuando vi que Meche se levantaba enfrente de mi. Me miraba con indiferencia y, puedo asegurar, odio. Me dijo algo que no alcance a entender mientras se vestía y antes de que saliera, me arrojó el pedazo que me habia arrancado. Me las arregle para alcanzar el telefono y llamar a emergencias. Despues me desmayé.

Estuve en el hospital por dos meses, varios reporteros fueron a verme y a pedirme fotos de lo que quedaba de mi hombría. Salí en el periodico y por varios dias fui todo un personaje. Al cabo de una semana la noticia de un sucidio en el subterraneo apartó a los medios de mi pabellon. Cuando me dieron de alta, me acerque al puesto de periodicos, fuera del hospital, y compre el periodico. El tipo que me lo dio ni siquiera dio muestras de reconocerme. Aun con el frasco que contenía la punta de mi verga debajo de mi brazo, nadie pareció mostrar interes en mí. Tomé un taxi y le di la direccion de mi casa.
-¿Como va todo?- me preguntó
No le respondí. Arrancó y salió volando por entre las calles del norte de la ciudad.

M.H.